El frisado de Valladolid queda englobado dentro de los Puntos de España, está realizado con metales nobles y sedas. La fastuosidad y riqueza es natural, debido al uso que estaba destinado: ornamentos sagrados que debían realzar la perfecta policromía de los altares. Las piezas conservadas así lo atestiguan.

 


La mayoría se hicieron con plata sobredorada, que mezclada con sedas polícromas adquiría un maravilloso efecto. La hebra metálica que sirve como guía, se deja ver entre los puntos de festón y también en los anillados planos, que habitualmente forman y unen los motivos del encaje o sirven de ornamentación.
La policromía es la característica fundamental del encaje español durante los siglos XVI y XVII. Con toda seguridad, el gusto por el color fue herencia de los árabes.


Según M. A. González Mena (*), "al frisado de Valladolid le ha cabido la gloria de alcanzar el nivel de exaltación de la belleza, por presentar calidades especiales de riqueza y alarde técnico, impulsadas por el principio de la creatividad. El frisado de Valladolid es el género más refinado, más noble y señorial de todos los encajes hechos en España y fuera de España. Es un género único salido del ingenio creador hispano y lleno de embrujo por los materiales empleados, asociados casi misteriosamente a una técnica nueva".
 
La mayor riqueza le viene dada por unas anillas o frisados que se van intercalando entre los motivos a festón, quedando las mismas en relieve y formando verdaderas filigranas. Es distinto a cualquier otro tipo de encaje debido a que previamente no se colocan hilos de contorno para la fijación.
 
* "Un encaje castellano: el frisado de Valladolid", Narria, Madrid, 1981, p. 10.

Una muestra de Punto de Tordesillas se encuentra como encuadernación del Libro de Horas de doña Ana de Austria, conservado en la Bibliothèque de l'Arsenal, de París.

 

Punto de Tordesillas (elaboración actual)


Se trata de un encaje realizado a la aguja con hebras metálicas y sedas polícromas. El colorido le da cierta espectacularidad, utilizándose distintos tonos de un mismo color en degradación.

Los soles de Salamanca se realizaban ya en los siglos XV y XVI. En el siglo XVII alcanzaron su perfección y fueron muy populares en los siglos XVIII y XIX. Aunque se denominan "Soles de Salamanca", se realizaron en toda la región de Castilla y León, así como en Extremadura y Cataluña. Los soles de Tenerife y Paraguay derivan de ellos, pero su realización es mucho más sencilla al haber adoptado técnicas diferentes a las nuestras.

 


La aplicación a la que se destinaron con más frecuencia se encuentra en paños de ofrenda, manteles de altar y especialmente en albas.
Han sido confundidos con los deshilados al estar realizados como ellos entre franjas de tejido de lino, pero su técnica es completamente distinta.

Los encajes conventuales de los siglos XVII y XVIII están realizados generalmente con hebra muy fina y resultado de la evolución de los encajes flamencos. Son de hilos continuos y los diseños generalmente florales.
El fondo de estos encajes formaban redaño, realizado sin picado.

 

encaje conventual del siglo XVII

Estos encajes se elaboraron en Segovia durante los siglos XVI y XVII.

Encaje segoviano (elaboración actual)


Su dibujo es muy sencillo y el punto empleado es a base de trenzas. Aparece en dechados, camisas noviales, manteles y frontales de cama.
Los colores más característicos son el azul, el melado, el blanco y el rojo.

Detalle de mantilla, encaje de blonda

La blonda, procedente de Cataluña, fue divulgada en España por personas procedentes de esa región que se establecieron en La Mancha, creando una artesanía próspera que influyó a su vez en Castilla y León. Este encaje estaba destinado a la realización de mantillas que, lucidas en los actos religiosos o en las tardes de toros.


La mayoría de las mantillas encontradas en Castilla y León responden a las características de las blondas llena y de castañuela.


La blonda se realiza con dos tipos de seda: la granadina o torcida, y la floja, esta última para llenar los motivos decorativos, a su vez contorneados por un torzal de seda.
Hay varios clases de blonda: llena, castañuela, de dos tonos, ligera, de espuma, de reja, de matiz y polícroma.

Muy escasos, los ejemplares que hemos encontrado son de los siglos XVII y XVIII y destinados principalmente a paños de ofrenda.

 

Encaje de León. S. XVIII

 


Se realizaban sin patrón con hebra de lino, siguiendo el dibujo lineal del forro de la almohadilla que sirve de base para su realización.

Blonda de imitación (detalle)

El encaje de blonda de imitación data del siglo XIX. Se trata de un trabajo relacionado con el bordado, que intenta imitar la blonda auténtica utilizando los mismos diseños que ésta.

 

Como base se utiliza un tul mecánico de seda o algodón, bordado fundamentalmente al pasado utilizando diversos puntos de fantasía que imitan los fondos de la blonda realizada con bolillos.
Se realizó sobre todo en monasterios y en muchos pueblos de Castilla y León.

Estos Puntos de España se realizaron con bolillos durante los siglos XVI y XVII. Hebras de oro y plata retorcidas de varios gruesos fueron los principales materiales utilizados para su elaboración. También se empleó el metal en forma de laminilla (llanta), que los vendedores envolvían directamente en un bolillo especial destinado a tal fin, así como torzal y canutillo de diferentes gruesos mezclados a menudo con sedas de colores y lentejuelas.


Fueron muy solicitados en el extranjero, en especial en Francia e Inglaterra, donde la nobleza los lucía en las grandes fiestas.

Puntos de España de bolillos (siglo XVII)


A pesar de las diversas pragmáticas que prohibieron o limitaron el uso de los encajes, el clero y la nobleza siguió usando y abusando de los mismos, utilizándolos incluso en la ropa interior. Los Mendoza y Cisneros los impusieron en catedrales e iglesias, y la nobleza adornó sus cuellos, puños y bandas con ellos.

La malla se remonta al tiempo de los Iberos. Se trata de redes realizadas con hilo, mallero y lanzadera y se trabaja en el aire sobre los dedos.


Castilla y León ha tenido una gran tradición en estos trabajos. Muchas de las mallas genuinas expuestas en museos de otros países y regiones proceden de la nuestra. Generalmente son ejemplares de los siglos XVI y XVII.


La malla llamada de "zurcido" es la más antigua y se llama así debido a que se borda cruzando hilos sobre la red, componiendo así los motivos ornamentales.

Encaje de malla


En el siglo XIX la técnica de zurcido se enriqueció, añadiendo guipures en forma de hojitas, puntos de espíritu, milanos, etc.

El punto de Castilla fue creado en 1992 por Natividad Villoldo en el Centro Didáctico del Encaje de Tordesillas.
Recoge las técnicas, tanto de bolillo como de aguja, que se elaboraron en Castilla y León en el siglo XVII. Se realiza con hebras metálicas y sedas en colores contrastados.

 

Punto de Castilla en fase de elaboración

La palabra macramé es de procedencia árabe. Su antigüedad se remonta a los asirios. El macramé se trabajó mucho en España y tuvo un gran arraigo en Castilla y León durante los siglos XVI y XVII.

 

Macramé de elaboración actual


Se han hallado muchos ornamentos sagrados adornados con este encaje, sobre todo destinado a flecos y borlones. En épocas posteriores, durante los siglos XVIII y XIX, su uso se limitó a prendas del hogar, por lo general a flecos de toallas, de los que hay gran abundancia.